«Los biblioviajes en bibliovacaciones» PRIMERAS NOTICIAS. Núm. 93 (noviembre/diciembre 1989)

 

Cuando leemos un libro viajamos, eso no es ningún secreto.

Vivir a través de la lectura las mismas peripecias que los protagonistas, tanto si ocurren aquí mismo como en países lejanos; sumergirse de lleno entre las páginas de un libro y aparecer en otro lugar que puede que sólo existe en la imaginación de un autor que decidió, por suerte un buen día, compartirlo con todos nosotros; viajar en solitario con la ayuda de un buen libro es alto tan común, tan sabido, que casi no merece la pena que hablemos más de ello.

Quiero explicaros cómo hemos logrado un grupo numeroso de felices lectores, viajar colectivamente gracias a nuestras lecturas. Puede que penséis ¡va!, eso es fácil y sólo es cuestión de pasarse los libros de mano en mano. Pues no, no es eso, ya que de esa forma, corregidme si me equivoco, no viajaríamos colectivamente, sino uno detrás de otro, y la gracia es hacerlo todos a la vez. Primeramente necesitamos muchos libros, como mínimo tantos como las personas que vamos a viajar, y unos pocos muchos más para que el viaje dure tanto como nuestras vacaciones. Libros de autores iguales y de autores diferentes, libros de lectura y de conocimientos, libros que, aunque aparentemente nadie lo diría, tienen en común que pueden llevarnos de viaje al mismo lugar.

¿Y dónde encontramos los libros? Pues bien, los encontraremos, y no por casualidad, en la mayoría de nuestras Bibliotecas Públicas y dentro del mundo de las Bibliotecas en cual mejor que en una alegre, despreocupada, intrépida y dispuesta a todo… Biblioteca Infantil y Juvenil de Can Butjosa, situada en el pueblo de Parets del Vallés, en la comarca del Vallès Oriental (Catalunya) y que nació el 10 de abril de 1983, fruto de un convenio entre la Generalitat y el Ayuntamiento.

Nuestra Biblioteca aprendió pronto a viajar y a los tres años y unos cuantos meses más, nos propuso el que sería nuestro primer viaje. Cuál no sería nuestra sorpresa, el último sábado de junio del verano del 86, al encontrárnosla convertida en un barco, con timón y redes de pesca y todo, y llena, llena de libros. La Guía de lectura tenía también forma de barco, mejor dicho de barcos; así para los que empezaban a leer era una barquita de remos, para los lectores un poco expertos, una barca de vela, para los que ya se lanzan, un remolcador y para los que viajan a toda marcha un potente transatlántico.

Cada barco tuvo un patrón que escogió tantos marineros como libros transportaba, y cada marinero presentó a todos los que estábamos atentos a la singladura, el libro que había escogido como compañero de viaje, y así un barco tras de otro, hasta llegar a una despedida con todas las de la ley. ¡Hasta aparecieron rollos de papel de water como en los muelles de verdad! Durante el verano fuimos atacados por tiburones y piratas que pretendieron arrebatarnos nuestro libresco tesoro sin conseguirlo y nuestras primeras bibliovacaciones llegaron a su fin.

 

Una Biblioteca viva

El siguiente verano, nuestra Biblioteca decidió transformarse en una tartana, carruaje que usaban nuestros abuelos para desplazarse, y llevarnos a su época. La tartana estaba llena de objetos y aparatos de aquellas épocas y a su lado, los libros que explicaban para qué servían o lo que eran. Las Guías de lectura fueron cosidas a mano y nos mostraban los libros cuyos protagonistas eran abuelos y abuelas, y algunos vinieron a la Biblioteca a explicarnos en vivo y en directo, sus experiencias siguiendo los consejos de la Biblioteca: «Si estas historias os han gustado y queréis más, sólo hace falta que tiréis un poco de la lengua a la gente mayor que tenéis a vuestro alrededor y ellos, seguro que os satisfacerán muchísimo». El día de la partida, los lectores siguiendo las recetas propuestas para los lectores-pasteleros por el libro Les 30 millors receptes de pastissos de l’avia, nos obsequiaron con sus pasteles y nos hicieron limonada natural como en aquellos tiempos, y algunos de ellos también nos explicaron cuentos tradicionales de esos que nos cuentan nuestras abuelas. Los objetos expuestos los sugirieron, un viejo reloj – Las 7 cabritas y el lobo; un vestido antiguo – La cenicienta; una cama torneada – La princesa y el guisante y… algunos más. Fue un buen comienzo y un buen verano porque la tartana no se metió por caminos con demasiados hoyos y nuestras lecturas, unas tras otras, y la música de unos viejos discos de pasta de un antiguo gramófono fueron consiguiendo el propósito de trasladarnos a un mundo sin prisas en el que había tiempo para escuchar cuentos a todas horas.

 

Y en el verano del 88 llegaron las terceras bibliovacaciones, y la Biblioteca, ya con más experiencia viajera, nos propuso un recorrido más sofisticado. Se transformó en un autobús de dos pisos y nos llevó hasta donde circulan esos típicos vehículos: a Gran Bretaña y a Londres, ¡claro está!.

En el autobús transportábamos tal cantidad de libros que no nos quedó espacio para otro tipo de equipaje. También teníamos revistas inglesas «Click y Crown» y «The English Press», para ayudarnos a pasar las horas de viaje. Además, entre los libros que recogía la Guía de lectura estaban los que nos esperaban en cada «Bus Stop» y unos billetes especiales nos permitían acceder a ellos. Entre otras paradas estaban Shakespeare Country, East Midland con Roald Dahl, Escocia con Ruydard Ripling… Las Guías de lectura tenían forma de autobús y eran de color rojo y dentro tenían los billetes para recorrer los condados.

El día de la partida una vez comprobados los billetes y provistos ya de sombreros y paraguas entramos en el autobús. Una vez en él, cerramos los ojos para concentrar nuestra especial energía que nos llevaría rozando la Tour Eiffel, por encima del paso de Calais. Un buen té frío y unos deliciosos pasteles con frutas fabricados, claro está, por los lectores-pasteleros nos reconfortaron del viaje que repetimos una y otra vez, durante todo el verano. Nuestro autobús no se cansó de viajar saliendo y entrando de un país a otro, minuto a minuto, hora a hora, día a día.

 

Y llegamos al último viaje, el del verano pasado, recién refrescada nuestra memoria por el reportaje que, a finales de noviembre hemos visto en TVE, en el programa «Apága y vámonos». Este verano, la Biblioteca nos lleva nada más y nada menos que a la China en bicicleta, animados por el viaje que realizó Muma Soler hace tres años y que, saliendo también de Parets y también en bicicleta, llegó hasta el Nepal (La Terra és boteruda /Muma Soler – Moià: Raima 1986). La Biblioteca cambió sus colchonetas por unas más confortables y coloridas. Una gran cortina de macarrones y otras de canicas conseguían cada tarde crear el ambiente adecuado para leer libros de tradiciones, leyendas, arte, literatura, libros que nos explican todas las cosas que hemos aprendido de este país: Marco Polo y sus viajes, crisantemos, bonsais, cocina… ordenados, agrupados y colocados en las pagodas de la Guía de lectura. Y los pasaportes.

A cada lector se le daba uno en el que se apuntaban las salidas-libro y el tiempo de préstamo duraba una semana. Luego, sólo hacía falta devolver rápidamente el visado si se había acabado, y no garantizábamos su seguridad por más tiempo.

Sólo hubo una contrariedad: saber que en la China de verdad estaban pasando cosas difícilmente explicables, difícilmente aceptables; enviamos la Guía de lectura junto a una carta al consulado chino expresando nuestros sentimientos y confeccionábamos día a día un dossier de noticias recogidas de periódicos y revistas para informarnos mejor.

Desde China, vía Dísmar, de Barcelona, nos llegaron casi 80 libros dibujados e impresos allí, que nos hicieron compañía. También nos la hicieron Gemma Sales (Ilustradora), Montserrat Cornet (escritora), Joan Garriga (Profesor de Instituto) y Mª Mercè Riera (Bibliotecaria), que nos comentaron e ilustraron (eso Gemma), sus experiencias en este país y Ramón Escardó Sagarra (astrónomo), nos hizo jugar por las galaxias partiendo de una Osa Mayor China.

El día de la partida, salimos unos en bicicleta y otros «xino xano» (en catalán, caminar sin prisas), y a través de un recorrido muy bien indicado, llegamos a nuestro destino donde nos aguardaban unos «chinos lectores» que nos hicieron juegos de sombra y de manos con chinitas (piedrecitas blancas de río) y arroz con leche y naranjada de naranjas de la China.

¿Qué cómo fue el viaje? Ya os lo podéis imaginar, ¡estupendamente! Todo el verano estuvimos yendo y viniendo, de aquí para allá, de allá para aquí, y a cada lectura, aumentaba nuestro bagaje y nuestro equipaje. Y como colofón, el día de regreso, en que nuestras bibliovacaciones llegaban a su fin, un equipo de TVE con Jorge Riobóo al frente, nos espera ansioso de filmar nuestras aventuras en aquel lejano país, y lo explicamos todo, experiencia a experiencia, cuento a cuento y en vivo y en directo, aprendimos cómo es de complicado y delicado el mundo de la imagen, sobretodo para los de fuera, los que lo desconocemos del todo.

 

Y aquí estamos, descansando ahora, con los «Amics de Nit», esperando el mes de la Paz, el séptimo «cumple» de la «Biblio», y puede que un viaje real a Montpellier para intercambiar con los lectores franceses nuestras bestias fabulosas. Además, el mes de la Naturaleza y el Carnaval y… Pero eso son otras historias que nos acompañarán hasta que el próximo verano, salgamos todos de bibliovacaciones con los sorprendentes biblioviajes de nuestra, y vuestra si lo queréis, alegre biblioteca.

“Los biblioviajes en bibliovacaciones” 

Escardó i Bas, Mercè.

A: PRIMERAS NOTICIAS, núm. 93, noviembre/diciembre 1989,p.p.39-40

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