«El cuento: un vínculo que educa alimentando al alma» MONITOR EDUCADOR. Núm. 152 ( julio-agosto 2012)

 

Cuando entramos en el mundo de los cuentos, solemos hacerlo de puntillas, no por miedo a despertar a los seres mágicos que los habitan -devolverles la vida es precisamente nuestra misión- , sino por el respeto que nos hace entrar en un espacio -que es atemporal y no está anclado en cualquier sitio-, del que nadie sale como ha entrado.

 

Tras abrir la puerta al mundo de los cuentos, lo que encontremos detrás dependerá de lo que llevemos en la mochila, de cómo hayamos vivido los cuentos con quienes nos hayan hecho el regalo de compartirlos con nosotros o de cómo nos los hayamos experimentado de pequeños. 

 

A menudo, cuando nos decidimos a compartir nuestros cuentos y a medida que llevamos a cabo la práctica del cuentacuentos, surge un conjunto de preguntas; si las preguntas no nacen de una inquietud personal, no nos serán útiles. En ocasiones han de pasar años antes de poder darnos cuenta de lo que sucede mientras, cuándo y después de contar cuentos.

 

Sólo necesitamos una lágrima, una sonrisa, una carcajada surgida a través de la mirada, para darnos cuenta de que hemos entrado en contacto con el misterio. Empieza entonces la búsqueda de una pequeña verdad, siempre subjetiva, que nos ayudará a continuar adentrándonos en este fascinante mundo, a continuar preguntándonos acerca de él.

 

Desconocemos tantas cosas acerca del sutil y profundo misterio que se esconde detrás de cada palabra, de cada gesto, de cada silencio…. Si intentásemos responder a todos los interrogantes que nos van surgiendo tomando como referencia el magisterio de Rudyart Kipling -seis honrados servidores me enseñaron todo lo que sé; sus nombres son: cómo, cuándo, dónde, qué, quién y por qué- descubriríamos que se conforman dos territorios completamente diferenciados. Ambos territorios conviven en este hecho tan sencillo, tan imprescindible, tan vital que es el de compartir cuento.

 

Así, habrá cuestiones que se referirán al qué, es decir, a la esencia. Las otras harán referencia al cómo, esto es, al método, a la técnica.

 

1) Referidas a los cuentos: qué hacemos y o queremos hacer y por qué

 

– ¿Cuales son los instrumentos que nos permiten establecer comunicaciones sutiles con los llamados cuentos? 

 

-¿Todos los relatos que nos transmitimos de unos a otros , ya sean escritos u orales, son cuentos?

 

– ¿De dónde vienen? Alguien debe haberlos empezado, ¿no?  

 

-¿Todos los cuentos son iguales? Los cuentos de origen, los populares, los maravillosos, los de autor…

 

2) Al método: ¿Cómo ? ¿Dónde? ¿A quién? ¿Cuándo?

 

– ¿Podemos contar el mismo cuento a diferentes personas? ¿Las edades importan? ¿Debemos escoger en cada momento? ¿Qué cuentos? ¿Cuántos?.

 

-¿El momento para contar cuentos ha de ser la noche o el día? ¿Podemos escoger cualquier momento, cualquier sitio? 

 

– ¿Cómo ha de ser el espacio que nos incluya, que nos acomode? 

 

– ¿Es lo mismo contar cuentos en un hospital, una clase, una biblioteca? ¿Ha de cambiar algo si nos dirigimos a alguien que ha perdido a un ser querido?

 

– ¿Hay modos de contar diferente a las que conocemos? ¿Cómo podemos encontrar nuestra propia manera?

 

– ¿Desde dónde contamos? ¿Qué podemos ofrecer, decir, compartir desde nuestra persona?

 

– ¿Me falta técnica? ¿La abuela que me contaba cuentos cuando era pequeña tenía técnica?

 

Poco a poco todos vamos descubriendo o creando pequeñas verdades que suelen acompañarnos en un período más o menos largo de nuestra vida y que nos ayudan a dar sentido a lo que hacemos y a cómo lo hacemos. Hemos de tener siempre presente que «Todo puede ser y dejar de ser, excepto que un ratón haga el nido en la oreja de un gato vivo. 

 

Necesitamos saber el qué para fomentar el porqué. 

 

Queremos compartir cuentos con los más pequeños para regalarles palabras, para ayudarles a crear imágenes de lo que nunca han visto o verán, para estimular su imaginación. Para decirles cómo es la vida -muchas veces desearíamos que fuese diferente- dándoles recursos para vivirla. Para hablarles de los grandes misterios de la vida y de la muerte. Para transmitirles valores, ¿también para educarles?

 

En su obra Cambiar la educación para cambiar el mundo (2004), Claudio Naranjo nos dice, a través de una cita de Alexander King, que educar es «ofrecer a los más pequeños la oportunidad de adquirir conocimientos, de estructurar su inteligencia, de desarrollar facultades críticas, de desarrollar el conocimiento de ellos mismos y de los demás, de ser consciente de sus propias cualidades y limitaciones , de aprender a vencer los impulsos indeseables y el comportamiento destructivo, de despertar permanentemente sus facultades creativas e imaginativas, de desarrollar un papel responsable de su vida en sociedad, de aprender a comunicarse, de ayudarles a adaptarse y prepararse para los cambios, de tener una concepción global del mundo, de ser operativos y resolver problemas». Claudio Naranjo cita a King en su libro y asimismo menciona que en el enunciado echa de menos las palabras amor y compasión.

 

¿Al escuchar cuentos, habéis sentido que recibíais alguna herramienta que podría ayudaros a conseguir los objetivos de los que habla King? Los cuentos nos ayudan a conseguirlos todos.

 

Educar es sacar a la luz, iluminar.

 

¿Os habíais dado cuenta de que precisamente el don de iluminar «ese algo» que vive en nosotros desde el inicio de los tiempos es la principal misión de los cuentos? Los cuentos han de conectar el aquí con el allí.

 

En El equilibrio mental del niño (1979), Célestin Freinet decía lo siguiente en referencia al Año Mundial de la salud mental (1960): … lamentamos el deterioro de la familia y sobre todo de una deshumanización de la que se subestiman los resultados negativos. El niño ya no encuentra sus fuentes. Le ascienden demasiado pronto sobre un andamio que a veces le da la ilusión de poderse igualarse a los dioses, pero en el que tiembla y está inquieto hasta el vértigo. Le faltan los fundamentos indispensables que antes le daban seguridad y sabiduría y a los que vuelve de manera espontánea cada vez que puede remover la arena, dejar correr el agua, acariciar un animal y crear, a su medida, un mundo que sea el suyo .

 

Y yo creo, modestamente y tal vez de forma equivocada, que dichos fundamentos son los cuentos. Los cuentos que nos proporcionan un lugar cuando somos pequeños, que  son los guijarros del río de la vida que nos ayudan a reír cuando toca reír y a llorar cuando es necesario llorar, y a llegar al mar plácidamente cuando nuestra hora se acaba y que, mientras tanto , hacen de filtro a todo lo que la vida nos regala.

 

¡Qué suerte poder convertirlos en nuestros compañeros y herramientas cotidianas de decir, de transmitir, de convivencia! Es todo un privilegio compartir cuentos poniendo en contacto todos los sentidos: el tacto, el oído, el olfato… estableciendo así un punto de comunicación, de intercambio de vida entre la persona adulta, el cuento, el niño o niña.

 

Compartiéndolos no por obligación, sino porque sentimos amor hacia ellos, hacia nosotros mismos y nos merecemos este regalo. Dándonos la oportunidad de regalar palabras dulces, que curan, que acomodan, palabras opuestas a los gritos y a los términos que duelen, que nos detienen y nos destruyen. Ayudándonos a denominar con términos concretos sentimientos, emociones, situaciones y angustias difíciles de definir.

 

Establecer vínculos de calidad a través de la palabra escrita o dibujada es un privilegio del que gozamos los adultos que estamos rodeados de niños, ya sea como familia o como profesionales. Es un hecho que deberíamos valorar y agradecer, pero que, sobre todo, no deberíamos dejar escapar.

 

Cada cuento es un regalo  que necesita tierra nueva para enraizar -los niños- y para crecer- el agua de nuestro afecto y nuestra ternura-, pero que sobre todo necesita la voz, nuestra voz, la vuestra, para que pueda arroparnos y crear un nido para los niños: nuestros, vuestros y de todos.  

 

Mercè Escardó y Bas

A: El poder de los cuentos.

Monitor Educador. núm. 152. julio-agosto 2012

Julio 2012

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