«La hora del cuento en la biblioteca o cuando la lectura nos hace cosquillas en los oídos»AULA INFANTIL. Núm. 35 ( enero 2007)

 

Escribir sobre la Hora del cuento es para mí una oportunidad de hablar de la VIda, de la mía, de la de los demás, de la que compartimos mágicamente gracias a los cuentos en la infinita sabiduría que contienen y que se pierde en el más allá de los tiempos .

La Hora del cuento es la actividad con más antigüedad en las bibliotecas públicas catalanas, la narración de cuentos en un grupo de lectores, antes de la guerra civil, surgió dirigida casi siempre al público infantil. Ahora sigue practicándose en casi todas las bibliotecas tanto las que disponen de una sección infantil separada de la general como en las que el público de todas las edades comparte el mismo espacio, como en las de las escuelas.

Demasiado a menudo, sin embargo,  en muchas de ellas se olvida que esta actividad es un buen medio para que la lectura entre por los oídos  y se practica o bien unas puestas en escena de cuentos teatralizados o juegos y propuestas “didácticas” al finalizar.

Ambas cosas se alejan de la esencia u objetivo que una Hora del Cuento debería tener: se trata, mediante la narración, de hacer sentir, pensar y vivir emociones partiendo de la oralidad, mediante la narración. Emociones, sentimientos y experiencias que después podremos revivir medi ante la lectura en un diálogo más pausado e íntimo con nosotros mismos, ya con el libro en la mano.

En la naturaleza de compartir cuentos mediante la oralidad, dar y recibir constituyen la misma acción, gratuita, redonda y terminada. Los cuentos deben tratarse con cuidado y con respeto y no hay que hacer “malabarismos” con ellos; por sí mismos transmiten, curan, arropan, acompañan…. son los guijarros del río de la vida que nos ayudan a reír cuando tenemos que reír y a llorar cuando tenemos que llorar, haciendo de filtro a todo lo que tenemos que vivir o superar.

No debemos confundirnos ni confundir a los usuarios de nuestras bibliotecas, no es lo mismo organizar un espectáculo de títeres o una sesión de teatro en las plazas, en la calle o en los espacios dedicados a este fin que hacerlo en la biblioteca. Todas son lícitas, pero son diferentes, en el origen y en la intencionalidad con la que aparecen.

La hora del cuento es el mejor medio para que la música de las palabras arrulle a los más pequeños que no entienden  todavia su significado; y para los que lo entienden es la oportunidad de adentrarse en un intervalo de vida fuera del tiempo y de el espacio donde se sentirán seguros y del que saldrán distintos aunque no sean conscientes de ello. 

Es una oportunidad para que todos ellos adquieran la habilidad de escuchar con atención, manteniendo el silencio y para que compartiendo colectivamente esta vivencia se adentren en las diferentes culturas convirtiéndose en ciudadanos del mundo.

!Y qué placer es escuchar cuentos con un bebé en su regazo! ( Un placer cargado de sentimientos y ternura) De repente el tiempo se detiene y sentimos cómo él se relaja, se deshace como un “bolado”; no sabemos que ve ni que escucha pero hay algo que traspasa nuestro conocimiento primario y crea ese puente compartido más allá de nuestro entendimiento. 

Me refiero a los bebés que ya están entrenados, a quienes sus madres y padres les han cantado, contado y explicado mil cosas; son bebés acostumbrados a que las palabras les hagan cosquillas en los oídos. Las palabras les dan seguridad, cariño, ternura y todos los alimentos no tangibles que necesitan para crecer armoniosamente y. a través de ellas expulsan el miedo, la angustia de habitar desde hace poco en el mundo.

Son bebés que tienen despierta la capacidad de escucha atenta y se sienten seguros en brazos de las persona adultas que, mientras también escuchan, los acarician, los abrazan, y les hacen mimos, y  juntos comparten el cuento. 

Sin embargo, para conseguir un clima que ayude a desarrollar estos vínculos, la hora del cuento debe tener un cualidades especiales: partiendo de algunos objetivos persegidos, tales como ayudar a llegar a la lectura a través de la oralidad o el de proporcionar un momento de placer que alimente y ayude a crecer interiormente, deberemos tener presentes ciertos condicionantes al espacio, al  tiempo, a la persona que realizará la actividad ya cómo lo hará: dónde, quién, que cuentos, como,  cuántos  son las preguntas que aparecen más a menudo.

De entrada estos ratos deben ser abiertas a todo tipo de oidos , lo cual  no debe rebajar el contenido de las historias que se narraran; la polémica de sí hay cuentos sólo para adultos o para niños se debe tal vez  que han aparecido espacios donde se hacen narraciones de cuentos estrictamente para adultos y algunos de los narradores incluyen narraciones de cuentos literarios o eróticos o que requieren de un grado de experiencias vividas para establecer la complicidad entre quien  escucha y quien narra. 

 

Qué cuentos?

Los cuentos populares, maravillosos o de autor a menudo publicados en álbumes ilustrados son aptos para todos los públicos, cada oyente los oirá y vivirá a su manera, dependiendo de cómo la historia le haga de espejo, de la puerta interior que ésta le abra, de cómo la viva al vincularla  a sus recuerdos, a las experiencias vividas y no recordadas, a sentimientos y miedos ocultos etc… 

Como la actividad se realiza en la biblioteca, cuentos preferentemente de su fondo así los oyentes podrán leerlos por ellos mismos si ya saben o lo harán más adelante cuando sean capaces de descifrar las hileras de hormigas alineadas que ahora son para ellos las palabras escritas en las páginas de los libros; de entre todos escogeremos con cuidado cualquier cuento capaz de convertirse en una semilla que crezca dentro de ellos, desgraciadamente pocos libros publicados en estas colecciones dedicadas a los niños cumplen este requisito, es necesario ir con todos los sentidos bien despiertos para descubrir ¡los de entre tanta paja! Los cuentos deben contarse con naturalidad y sencillez, a fin de que los adultos que acompañan a los niños se sientan invitados y alentados a repetir la experiencia en casa. Pero no se trata de entretener y suficiente, sino también de transmitir la presencia del hada de los cuentos y de compartir la magia que se instala entre quien narra y quien escucha. En una sesión de cuentos se puede incluir la lectura de poemas o de ciertas narraciones en las que la belleza y la música del lenguaje se manifiestan precisamente por medio de la lectura en voz alta, y cantos, y cuentos acompañados de canciones, que les más pequeños escucharán fascinados y los mayores intentarán seguir con las manos, la voz… haciéndose cómplices de lo que les está contando. Es muy conveniente, como ya he dicho, que los cuentos seleccionados formen parte del fondo de la biblioteca, mostrándolos mientras se cuentan invitamos al auditorio a realizar una lectura posterior, los reconocerán e identificarán de entre todos; les conocerán la cara, se habrán hecho amigos, se les llevarán a casa y cada cuento abrirá un intercambio diferente dependiendo de la situación o momento que cada familia encuentre para compartirlos con sus niños: en la cama sentados en el sofá, un día de lluvia, al sol creando un instante mágico, único, diferente, cada vez que irá tejiendo y fortaleciendo vínculos de calidad entre el adulto que propicia ese instante y el niño con quien lo comparte.

 

¿Cuánto rato? 

La Hora del Cuento no debe exceder nunca el tiempo que somos capaces de escuchar con atención, las palabras son como la lluvia por la tierra fértil que le espera, la necesita y se deja empapar por ella pero que cuando llueve demasiado hace balsas o se desliza caro no tiene suficiente capacidad de absorción.

Media o tres cuartos de hora es un lapso de tiempo adecuado. Hay que evitar que, como ocurre en los maratones de cuentos, los oyentes escuchan sin escuchar pero se mantienen en su sitio como hipnotizados por la cadencia de las palabras o por la fuerza cautivadora del narrador. Cada niño tendrá una capacidad de saturación diferente así que durante la Hora del Cuento es importante dejar un pequeño lapso de tiempo entre cuento y cuento, evidentes y silenciosos, para que los que quieran irse lo hagan sin molestar a los que quieren continuar, si el Hora del Conte se hace con periodicidad los oyentes adquirirán estos hábitos poco a poco, aunque es aconsejable enunciar esta práctica antes de empezar la sesión. Cuando esto ocurre, es indispensable la cooperación y complicidad de los adultos que acompañan a los más pequeños, ellos tendrán que velar que sus entradas y salidas no rompan la frágil burbuja en la que se está mientras dura la sesión. Diferenciar el momento Para marcar este tempo especial son necesarios los rituales de apertura y cierre; músicas, juegos de palabras, polvo de luna, chalecos mágicos etc.. son habitualmente usados ​​por algunos narradores, es la manera de delimitar un espacio/tiempo fuera de lo habitual, de convertir el tiempo real en un tiempo sagrado que ilumina los misterios de la vida.

 

¿Quién cuenta?

La iniciativa de contar puede surgir de forma espontánea en cualquier momento si el personal de la biblioteca está preparado para hacerse cargo, habitualmente pero esta responsabilidad recae en narradores profesionales, que ajenos al lugar donde cuentan tendrán que adaptarse a las particularidades de cada espacio y de cada público y que deberían contar en todo momento con el apoyo y la complicidad del personal que trabaja. Estos deben velar el orden durante la sesión y, al terminar, ayudar a que los oyentes se den cuenta del espacio donde están: una biblioteca donde hay que respetar que otros usuarios puedan seguir leyendo, estudiando o buscando información con la tranquilidad y silencio necesarios. No debemos olvidar que los propios usuarios, grandes y pequeños pueden ser buenos narradores de cuentos, contar es una de las facultades inherentes a ser persona, todos contamos nuestras experiencias, lo que nos pasa o nos gustaría que nos pasara, siendo más o menos fieles a la realidad que siempre interpretamos subjetivamente partiendo de nosotros mismos, como lo hacemos con los cuentos, que una vez leídos se confunden con nuestras vivencias, experiencias y sentimientos y salen más nuestros que cuando han entrado. Siempre recordaré a Marina que cuando tenía sólo 4 años nos deleitó a todos con “Las 7 cabritas y el Lobo”; sentada en el baúl con los pies colgando, pasando acompasadamente las hojas del libro, dibujo a dibujo, siguiendo el hilo de la historia… Formar un equipo de pequeños cuenta cuentos es una gran oportunidad de compartir lecturas y de crear vínculos entre ellos y su biblioteca que perdurará para siempre. Os lo puedo garantizar!! Es casi imposible hacernos una idea de la cantidad de historias vividas que surgen a raíz de esta tan sencilla actividad, practicada con regularidad llena de ceros a la derecha cualquier intento de contabilizarlas. Detrás de cada sesión hay una nueva relación establecida entre los niños, las familias, los cuentos, los libros y los personajes que viven allí sin hacer ruido. Cada sesión nos regala la posibilidad de llenar de significado nuevas palabras, de descubrir y compartir emociones y sentimientos, de llenar carencias de amor y cariño… Me gusta imaginar cuando cuento que los niños están bajo el semicírculo invisible que dibujan mis brazos extendidos, que a menudo se sobrepasa pero no en mi visión, mi voz es un paraguas que cobija, lo cuento un cobijo seguro a compartir . Como adultos que acompañamos a crecer a los niños compartir cuentos con ellos es una de las tareas más gratificantes y enriquecedoras que podemos tener. Sólo necesitamos la voz, buenos cuentos y el deseo de compartirlos. Y si lo hace, mágicamente, misteriosamente… nos reencontraremos!

 

Mercè Escardó i Bas

La hora del cuento en la biblioteca o cuando la lectura nos hace cosquillas en los oídos

Aula de infantil, n. 35 p.p. 18-21 ( Enero-Febrero 2007)

 

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