«La Lectura. Mi vital espacio de Libertad» . BIBLIOTECA. Núm 53 . Ayuntamiento de Salamanca (diciembre 2010)

La lectura es una manera de descifrar el mundo que aprendí desde la falda de mi madre, o quizás desde mucho antes, cuando mi espacio vital era ese liquido que me mecía y me acariciaba y sobre todo desde que fui capaz de oír y identificar su voz.

 

Descodificar lo que vemos, sean rostros, gestos, imágenes o esas hileras de hormigas que son las huellas de las palabras sobre el papel, forma parte  del instinto  o de la experiencia vital que habita en todos nosotros. 

 

Así fue como entré en contacto con la lectura desde esa voz, que me cantaba, me contaba y me arrullaba con la que ella, mi madre, me regaló mis primeras palabras.

 

Palabras que, como cajitas vacías recibía y que me ayudaban a dar nombre a todo aquello que me rodeaba: personas, animales, cosas… Eso solo, nombrarlas,  ya era una extraña satisfacción, ahora difícil  de precisar, que revivo cuando la descubro en el rostro de los más pequeños cuando ellos las pronuncian señalando lo que con ellas quieren identificar.  

 

Poco  a poco esas cajitas vacías que son las palabras fueron llenándose de significado gracias a mi propia y pequeña experiencia y a la  de los adultos que me rodeaban, trasmitida con sus gestos, movimientos  y sentimientos, en esa vida que recién compartíamos, hasta que me llegó el momento de hacerlas crecer con las que duermen, esperando a que las abramos, dentro de los libros.

 

Recuerdo vivamente aún la ilusión de coger un periódico desde muy pequeña y decir en voz alta las pocas palabras que en mayúsculas encontraba.

 

Recuerdo mi primer Tilín, Tilín» en el  que sopa, lupa, pelo, ya con letra ligada, bailaban provocadoramente ante mis ojos.

 

Y así, descifrar letras y palabras y relacionarlas con el mundo que me rodeaba, empezando a descubrir  su significado, se convirtió en un juego, en un reto, en una provocación que aun ahora me lleva hasta los diccionarios, en varias lenguas y hasta los etimológicos, que las unen entre ellas y nos dan una lengua madre común. 

 

¿Que más grande y alegre satisfacción puede dar, encontrar el significado de cuando esas palabras, que usamos ahora, fueron creadas, formuladas entonces como si de conjuros mágicos se tratara?.

 

Y llegó Andersen, mi primer libro de lectura compartida en clase, en voz alta y el miedo que  me paralizaba cuando me tocara leer sin respirar, de cabo a rabo, el nombre de ese maléfico personaje capaz de separar a la pastorcita y al deshollinador, ese General-Coronel-Sargento- Patas de Cabra.

 

Poco a poco los cuentos, antes oídos y ahora  leídos, fueron ocupando un espacio real y tan deseado en mi vida que, en los días festivos, ponerme el despertador horas  antes de que la  casa y sus otros habitantes se despertaran, era abrir la posibilidad de comprobar como  las paredes de mi habitación desaparecían y se abrían las fronteras hacia lo maravilloso.

 

!Y  eso  podía lograrlo yo sola,  por  mi misma! 

 

Ahora que ya sabia leer, solo necesitaba de que alguien  antes  hubiera escrito alguna historia y movida por esa curiosidad insaciable de vivir esas otras vidas, abriera esa puerta invisible y tentadora para desaparecer del mundo real.   

 

Y así fue como la lectura se convirtió en ese espacio vital sin el cual no sabría ni podría vivir, a la par que ese mismo impulso  me llevaba también a intentar expresar,  ya por entonces, eso que aún recibo,  venido a mi como un regalo de ves a saber dónde,  que necesita de mis palabras para que otros abran también las puertas hacia esta otra manera de vivir.

 

Para mi eso es leer, ofrecer a cada palabra todo ese contenido que he guardado en ella y así hacerme mía esa historia que al escribirla el escritor nos regala, para que la convierta en la mía,  única y maravillosamente diferente de las de los demás, cuando  entretejo ya no solo los significados sino también las emociones y las vivencias que siento al leerla.

 

Y esa forma de sentir la lectura me hace saberme unida a todas aquellas persona que antes, en el mismo momento o después entraran en esa vida que cada cuento, cada novela nos ofrece; llegando  a sentir como a través de los  siglos  formamos esa especial familia  de   lectores que crece y crece y se hace tan grande como el universo, que es quizás la cuna de esa manera de escribir, partida de la inspiración, que es la que única que conmueve, nos cura, nos muestra otras dimensiones de nosotros mismos, nos da vida.

 

Y por eso, cuando nuestro Follet, ese duende pequeño, educado pero no domesticado, que vive en  esa biblioteca, de los niños y para los niños, que tengo el privilegio de cuidar desde hace 28 años, me dijo que leer es vivir infinidad de vidas se convirtió en mi cómplice y mi amigo  para siempre.

 

Y es así como juntos observamos, conocemos, amamos y protegemos, usando esas palabras tan llenas de significado que nos regaló Jordi Sabater Pi, a esos pequeños lectores que, poco a poco, gozando de  esa lectura en libertad  que cada uno recorre a su  manera, en ese espacio/tiempo que “agombola”, en ese nido de palabras que es una isla de libertad, crecerán por dentro y por fuera y sobretodo lo harán como lectores,  convirtiendo a su vez  la lectura, en ese espacio vital sin el cual no queremos y no podemos vivir.

 

Mercè Escardó i Bas

La lectura: Mi vital espacio de libertad

A: BIBLIOTECA. Núm 53 . Red de BIbliotecas Públicas de Salamanca. (diciembre 2010) 

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